El autor Cormac McCarthy, disidente literario que ha alcanzado el nivel de leyenda moderna, ya era muy conocido por sus extraordinarias historias con el cambiante Oeste estadounidense de telón de fondo cuando publicó No es país para viejos en 2003. Los hermanos Coen se pusieron manos a la obra para adaptar la historia a una tensa estructura cinematográfica, subrayando el humor negro y desarrollando la trama a partir de la interacción entre Llewelyn Moss, que encuentra dos millones de dólares entre los restos de un trato que salió mal, y los personajes antitéticos que van detrás de él: el escalofriante psicópata Chigurh, en un extremo, y el sheriff Bell, un hombre profundamente honrado, en el otro. La película pone al descubierto la delincuencia en Estados Unidos y amplía su significado hasta incluir temas tan antiguos como la Biblia y tan contemporáneos y sangrientos como los titulares de esta mañana.
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