
Bien es cierto que el argumento no es nuevo, un joven afroamericano llamado Michael Oher (Quinton Aaron) de un barrio marginal, que ha sido abandonado por sus padres, se aloja en casa de unos amigos que, finalmene, acabarán echándolo. Apenas sabe leer ni tampoco escribir, pero aún así, por un golpe de suerte es admitido en un colegio privado cristiano. En esta nueva situación, el gimnasio del colegio se convierte en su nuevo hogar y la lavandería en la que lava su única muda, su lugar de entretenimiento.


Todo cambia cuando una noche en la que se dirige al gimnasio, Leigh Anne Tuohy (Sandra Bullock), acompañada de su familia se encuentra con él y decide llevarlo a su casa. Ante la falta de recursos y la humanidad del chico, la familia irá encariñándose con él y acabará adoptándolo. Las tremendas cualidades deportivas de Michael son algo secundario aunque cobran un papel destacado a la hora de su ingreso en la Universidad. Lo más importante, es sin duda, la relación que mantiene con su madrastra (Sandra Bullock), que bien vale un Oscar y un Globo de Oro.

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